25 de octubre de 2012

Este jueves, un relato: Colores.



Muchas veces, nos ocurre como a este sol que capté con mi cámara no hace muchas mañanas que, querindo lucir con toda la intensidad posible los brillantes  colores anaranjados de su amanecer,  un denso nubarrón negruzco , se lo impedía. Hasta el azul del pedazo de cielo que era testigo de esa lucha, quedó deslucido.




La fuerza e intensidad de los amarillos rojizos ganaron la batalla, y por fin, un cegador y triunfante sol, iluminó esa fresca  mañana de un recién estrenado otoño. 




El desánimo, la desilusión, la incomprensión, el desamor...¡Cuántos nubarrones grisáceos nos eclipsan a lo largo de nuestra vida...! Incluso hay veces que nos quedamos encallados, como estos buques que también capté con mi cámara el pasado mes de Septiembre tras una intensa tormenta en nuestra costa valenciana.







En estos casos, una caricia, un beso, una señal de afecto, un te quiero, un me importas...puede remolcarnos de nuevo a flote para continuar con la travesia de la vida, que no siempre encuentra el mar en calma...










Más colores en casa de Lois y Clark


Lupe 






18 de octubre de 2012

Este jueves, un relato: De libros...



En cuanto leí el tema que Rochies nos proponía  para este jueves, me vino a la mente un libro que me marcó y que leí hasta la saciedad..."La vida sale al encuentro", de José Luis Martín Vigil.

De siempre me ha gustado leer. Recuerdo con especial ternura la pequeña biblioteca que las Adoratrices tenían  a nuestra disposición, en el colegio. Una sala sombría, con mobiliario regio, techos altos y un divertido y reluciente mosaico por suelo, acogía un enorme armario lleno de estantes en los que, en riguroso orden, se exhibían los ejemplares destinados a nuestro solaz. Preparados para caer en nuestras manos, todos vestían de azul, con una etiqueta blanca en su lomo que indicaba el lugar que debían volver a ocupar cuando regresaran a su estante. En la educación que recibíamos por aquellos años-cosa que agradezco infinito-fomentaban el amor a la lectura, como llave indispensable de acceso a ampliar la cultura  que nos abriría muchas puertas a lo largo de nuestra vida.

Pero no fue ninguno de aquellos libros los que ahora trato de recordar, aunque si fueran los artífices de mi afición a la lectura.  "La vida sale al encuentro" llegó a mis manos gracias a que mi hermana la mayor trabajaba en una biblioteca y, en mis periodos vacacionales, le acompañaba muchas tardes a su trabajo, pues me encandilaba ver como preparaba las fichas- a mano- de los nuevos libros que iban llegando, con aquella letra de redondilla que tanto enviadaba y que nunca fui capaz ni de imitar.

Me enganché a la forma de narrar de Martín Vigil. Con "La vida sale al encuentro", reí, lloré, me emocioné, y aprendí muchas cosas del mundo de los sentimientos: el primer amor, el valor de la amistad y la importancia de la lealtad incondicional hacia los amigos, los lazos que pueden unir a los hermanos, la admiración, reconocimiento y respeto a los padres, los grandes ideales que nos brotan en la adolescencia y la forma de afrontar las dificultades que la vida va poniendo a nuestro paso. La narrativa de Martín Vigil, estaba preñada de una carga sentimental que te empapaba, sobretodo teniendo en cuenta la época que la conocí, en plena zancada de la infancia a la juventud.

Siempre ha habido libros en cada etapa de mi vida. Recuerdo con especial cariño y una sonrisa de oreja a oreja, uno que nos compramos "mi novio" y yo con toda la ilusión de que son capaces dos jóvenes enamorados: "Escuela del amor y del matrimonio". Muchas tardes, nos íbamos hasta el camino del faro, frente al mar, a leer capitulos y capitulos del libro, que daban origen a interminables conversaciones...

El último libro que ha caido en mis manos ha sido:"Cincuenta sombras de Grey". Aún no he conseguido recuperarme de su lectura. ¡Poldios!

Lupe


Más libros en el blog de Rochies


11 de octubre de 2012

Este jueves un relato: El teléfono

Una semana más,  me reitero en que esto de los "jueves" es fascinante. Cuando leí la propuesta de María José para hoy,  me dije: esta semana vamos a hablar del invento del Sr. Bell. Pero mira por donde, documentándome para mi relato, me desayuno que el Congreso de los Estados Unidos, el 11 de Junio de 2002, aprobó una resolución-la 269- por la que reconocía que el inventor del teléfono había sido Antonio Meucci, italiano emigrado a Estados Unidos en 1850, y que residió en Clifton (Ohio) hasta el fin de sus días. Fue allí donde inventó un aparato para poderse comunicar desde su oficina, ubicada en el sótano de su vivienda, con su esposa enferma de reumatismo y que ocupaba  el segundo piso de la residencia, aparato  al que él llamó teletrófono. Su penuria económica le impidió poder patentar su invento, cosa que si que hizo sagazmente Alexander Grahan Bell, adelantándose tan solo dos horas a la presentación de otra solicitud de patente sobre el mismo invento, la de Elisha Gray, el 14 de Febrero de 1876.
Lo bien cierto es que el famoso artilugio se creó para facilitar la comunicación entre personas, y el correr de los tiempos nos ha "enganchado" totalmente a él y casi podíamos decir que se ha hecho indispensable en nuestra vida. Es portador de buenas noticias, de malas, nos tranquiliza, nos inquieta, nos hace reír, llorar, crea lazos, nos sorprende...Para muestra, un botón.

Llevaba pocas semanas en mi primer empleo. Esos días, el trabajo era especialmente atosigante. Preparábamos el muestrario de los comerciales de la empresa-un almacén de paquetería y géneros de punto- y la tarea era muy compleja. Por un lado, la variedad y cantidad de artículos  a disponer, y por otro, el soportar a los "viajantes" en el dique seco, era enloquecedor.

Ese día, me encontraba francamente mal y la tarea se convirtió en un verdadero suplicio. La noche anterior, los primeros síntomas de la gripe llamaron a mi puerta y acamparon en mi organismo a sus anchas. Estaba deseando que llegara la hora de salida para largarme a mi casa,  meterme en el sobre y plantarle cara a tan impertinente "okupa" vírico.
Como cada tarde, en la puerta de la empresa, mi jefe-creo que ya no quedan como él-nos despedía a la vez que se interesaba por los acontecederes de la jornada laboral. Cuando llegué a su altura, me cogió por los hombros y me susurró:
-Vete a casa y olvídate del trabajo durante dos o tres días. Necesitas descansar y cuidarte. Verás como en un par de días, estás bien.
Esa noche la pasé fatal. Un subidón de fiebre y el dolor intenso en todas las articulaciones me acompañaron prácticamente toda la noche. Ya apuntaban los primeros rayos de sol cuando una agradable modorra, me invadió.

Estaba en el mejor de los cielos cuando el inoportuno timbre del teléfono me devolvió al mundo de los vivos. 

-Emití un dígame desfallecido...

-¡Buenos días!-me canturreó una voz melodiosa desde el otro lado- Está usted de suerte, ha sido elegida para hacerle una propuesta interesante. ¿Ha pensado alguna vez cual va a ser su última morada? ¿Le gustaría adquirir una parcela en un sitio de ensueño, donde sus familiares podrán visitarle en un entorno privilegiado...? La Arboleda del Sosiego le ofrece la oportunidad de adquirir hoy, por un precio muy razonable y tentador, su morada eterna...

--A duras penas, y haciendo un verdadero esfuerzo para no ser lo soez que se merecía la interfecta, le indiqué lo inoportuno de su llamada y, lejos de amilanarse, se atrevió a decirme que nada mejor que tomar esa decisión desde el lecho del dolor...

Le colgué. Lo siento. Pero le colgué. Le colgué con furia, como si el sufrido auricular de baquelita  lo hubiera depositado justo encima de su cabeza. Ganas no me faltaban.

A la mañana siguiente estaba de nuevo sentada ante mi máquina de escribir eléctrica. Los comerciales volvían a pulular a mi alrededor con el trasiego de sus notas. Celebraban mi rápido restablecimiento.

¿Cómo explicarles que el milagroso revulsivo fue aquello de "mi última morada"?

Lupe

Más teléfonos en la agenda de María José


9 de octubre de 2012

Día de la Comunidad Valenciana








Desde mi blog, quiero enviar un afectuoso saludo a todos los valencianos que sienten, aman, respetan y velan por mantener vivas nuestras raices, lejos de intereses partidistas de cualquier color. Y, a todos aquellos que, buscando una vida mejor llegaron hasta nuestra tierra y ya forman parte de la Comunidad Valenciana.

A todos ellos, ¡Feliz día!

Lupe