26 de julio de 2012

Me voy de viaje...

Dentro de cuatro horas parte mi tren hacia los madriles. De allí, seguiré camino hasta Extremadura. Me voy a conocer a Alberto, el nuevo miembro de mi familia. Imposible conciliar el sueño. Un revoltijo de emociones inundan mi ánimo...

Os dejo un dibujo que me han enviado hoy vía e-mail. Con la que está cayendo y la que está por caer, vamos a sonreír por lo menos unos segundos.

Hasta pronto.



Lupe

24 de julio de 2012

Ha llegado Alberto






El pasado día 16, casi a la medianoche y con un parto de riesgo, llegó a mi familia, Alberto. Aparte de que estaba muy cómodamente sentado, (venía de nalgas) las últimas cuatro semanas no había aumentado ni un gramo de peso. Al parecer, su placenta no reunía las condiciones óptimas (la enviaron a Madrid para analizarla) y por medio de una cesárea, los médicos decidieron que naciera en el octavo mes de gestación pues su vida, corría peligro.

Ha pasado toda la semana entre cables y conectado a máquinas luchando por vivir. Y vaya que ha luchado...Ayer, le retiraron el último artilugio, un respirador. Sus pulmones, aunque débilmente, ya respiran por si solos y, de momento, el peligro ha descendido. Ha comenzado a alimentarse con leche materna, y ayer, con lágrimas en los ojos, mi sobrina Mari Carmen (su mamá) contempló emocionada como se desperezaba por vez primera en su pequeña incubadora de la UCI donde se encuentra desde que nació.

Ha venido al mundo en tierras de Extremadura, lleva sangre extremeña en sus venas, y Extremadura es tierra de conquistadores. Alberto está luchando por vivir. Está luchando por conquistar la vida. Y nosotros, su familia,  cada cual a su manera, rogamos porque le sea posible.

Lupe

19 de julio de 2012

Este jueves, un relato: La curiosidad mató al gato


La noche caía plomiza sobre la ciudad. Juan, con su cartera de pedidos arañando la palma de su mano derecha, se dirigía hacia el coche con claros signos de cansancio. La visita al último cliente le había superado. Era el más duro de roer de esa plaza y, conseguir un pedido suyo le costaba más de dos horas de insoportable conversación. Pero tal y como estaban las cosas, no tenía más remedio que interpretar lo mejor posible su papel de complaciente escucha. Cada día era más costoso llegar a los objetivos mínimos que su empresa le exigía. De ahí, su  sacrificado aguante. 

Abrió la puerta de su vehículo y echó con cierta desgana la cartera en el asiento contiguo al suyo. Giró la llave y dio un zapatazo al embrague y, al mirar por el retrovisor para asegurarse de que no venía nadie, la vio. Era una luz intermitente de varios colores que llamaba a los parroquianos a visitar el local. La sequedad que sentía en la boca le sugirió tomar una copa antes de dirigirse al hotel. Allí solo le espera una triste habitación y un par de horas para cursar los pedidos a su empresa.

Un grupo de tipos extraños pululaban entre la penumbra del recinto. Se dejo caer en la barra y una exuberante morena se le acercó mientras apoyaba sus generosas y llamativas credenciales sobre el mostrador, a escasos centímetros de sus manos.

-¿Qué vas a tomar, majo?

-Lo que más pronto me quite la sed, preciosa.

La mujer le dio la espalda para alcanzar una botella de la pringosa estantería y entonces las descubrió. Unas chispeantes medias de seda  envolvían sus estilizadas e interminables  piernas. Los pobres focos de luz del otro lado de la barra, aún eran capaces de organizar bonitos destellos en ellas que lo cautivaron. Sintió unos deseos irrefrenables de acariciarlas, de tenerlas entre sus manos. La curiosidad de palpar su tacto le embargó.

-Me hechizan tus medias, le dijo, cuando la mujer le sirvió el transparente vaso preñado de cubitos nadando en un liquido incoloro.

-Por 100 pavos, te dejo que me las quites, le susurró  mientras a la vez  le lamia  el lóbulo de la oreja...

Subieron directamente a la habitación del hotel desde el parking. Juan cerró la puerta tras ellos y dejó que ella le quitara la cartera de las manos y la dejara sobre una de las butacas de la estancia. Con suavidad le empujó sobre la cama, le aflojó el nudo de la corbata, le quitó la americana y tomándole sus manos, las llevó hasta las medias de seda que, curiosamente, ya no centelleaban.

-Son tuyas. Haz con ellas lo que te apetezca.

A duras penas pudo abrir los ojos. El sol comenzaba a colarse por las rendijas de las gruesas cortinas color caramelo. Sentía un peso horrible en la cabeza y, al intentar incorporarse, notó que sus manos estaban atadas a la cabecera de la cama. Con un sobresalto recordó como había comenzado todo aquello. Palpando unas  medias de seda. Las  mismas medias de seda que ahora lo tenían maniatado a los adustos barrotes de la cama. No recordaba nada más.

Liberado, se sentó en el borde del lecho mientras convertía al par de medias en un ovillo desechable. 

Encima de la mesilla de noche, una nota con letra irregular:

-Vuelve cuando quieras, campeón.

Debajo de la nota, un billetero sin billetes. 

Lupe

Más curiosidades en el blog de Teresa

15 de julio de 2012

Una tarde en el hospital

Tenia pendiente, desde hacia varios meses, una visita fugaz por uno de los quirófanos de mi centro hospitalario. Debía someterme a una cirugía menor y esperaba con cierto recelo el día de la cita. La semana pasada, entregada placenteramente en brazos de Morfeo a eso de las ocho y diez de la mañana, el impertinente timbre de mi teléfono me despertó sobresaltada. Al otro lado, una agradable voz masculina se interesó por mi persona. Me citaba para el Viernes 13, a las 16,30 en la segunda planta del citado hospital.

La primera intención fue contestarle que un oeuf iba yo a pasar por el quirófano un viernes 13. Pero el estar adormilada todavía y esa cálida voz, me restaron fuerzas para hacerlo y, simplemente, me limité a darle las gracias por el aviso...

Solo pasaban diez minutos de la hora prevista cuando una señorita vestida de azul-como la muñeca de la canción-me llamó a capítulo. Junto a mi, dos personas más: una chica muy joven y Pilar, una señora que acababa de cumplir los 70 y que entró del brazo de su paciente esposo. En un pequeño vestíbulo nos aprovisionaron de un gorro, una especie de peucos verdes y un estrafalario deshabille azul obscuro. Nuestra ropa, debía quedarse en sendos diminutos armarios dispuestos al efecto. Cuando salí de mi vestuario y me encontré de frente con Pilar no pude reprimir una carcajada.

-¡Madredelamorhermoso que pinta tenemos! - exclamé.

Al verme y escucharme,  Pilar asintió sonriente.

Esperamos unos minutos al celador que nos tenía que acompañar hasta el quirófano. Pilar, de nuevo enlazada al brazo de su esposo, ahora con más fuerza,  le detallaba sus temores. Afortunadamente, nuestro lazarillo no tardó demasiado en llegar.

-Los acompañantes no pueden pasar de aquí. Ya saldrá el cirujano a hablar con ustedes después de las intervenciones, precisó.

El marido de Pilar, insistió en acompañar a su esposa hasta las mismas puertas del quirófano.

-Si estoy con ella, es más valiente, adujo.

Pero las normas eran las normas...y el celador iba a facilitarnos su cumplimiento. Faltaría más.

Mi nueva compañera de fatigas hospitalarias no se lo pensó dos veces y rauda y veloz me pidió con total sencillez que le dejara cogerse de mi brazo.

-No se andar descalza y menos con estos peucos. Igual me caigo y con usted estoy más segura. 

Le ofrecí mi brazo y se engarzó con fuerza. 

Así es que allá íbamos las dos, por unos pasillos interminables, detrás de un joven moreno que de vez en cuando se volvía a mirarnos y nos empujaba con la vista. En sus manos, unas hojas con muchos nombres más. Le quedaban tropocientos viajes que realizar aún a lo largo de la tarde. Estaba agobiado. Las de las pantuflas verdes no dábamos para más.

Nos dejó en la antesala de los quirófanos. Ambas íbamos al 3. La enfermera encargada de esa zona, nos aparcó en dos sillas colocadas al lado de una camilla donde se encontraba un paciente al que estaban preparando para una operación de cierta importancia en su cerebro. 

Unidas por el desamparo que se siente en esas circunstancias, comenzamos a contarnos nuestros motivos de la visitas a ese lugar. Luego, Pilar me habló de su esposo, de lo nervioso que estaría en la sala de espera, de lo que le quería, de la falta que le hacia y de lo ilusionados que estaban porque iban a celebrar sus 50 años de casados.

Pilar entró al quirófano antes que yo. Sin nadie con quien conversar, no pude evitar el escuchar la conversación que, prácticamente a nuestro lado, mantenía la enfermera de la zona con una compañera. Con todo lujo de detalles narraba la operación de un enfermo de Parkinson desde el mismísimo momento en que le "cortaban" un pedazo de la corteza craneal...Un ligero cosquilleo comenzó a subirme por las piernas y aumentaba de temperatura cuando alcanzaba mi cabeza. Comencé a preocuparme por mi vecino, el de la camilla, que intentaba evadirse manteniendo los ojos cerrados, quizá para no escucharlas...

En un momento dado, la locuaz -e impertinente- parlera se acordó de que yo aún estaba allí sentada y volviéndose hacia mí me apostilló:

-¿Tienes frio?

El aire acondicionado en esos lugares está demasiado fuerte y la vestimenta que lucíamos era para coger una buena pulmonía...

-¿Frío yo?, contesté. ¡Que va! El tema de la conversación que tenéis  me ha subido la temperatura, calculo que, para tres meses como mínimo.

Captó el mensaje, se disculpó y movió el trasero hacia una mesa en la que varios papeles esperaban que los pusieran en orden. A Dios gracias. 

El silencio reinante lo interrumpió una joven rubia, de ojos azules y de aspecto angelical que hizo una llamativa entrada en la estancia, ataviada con el atuendo propio de quirófano.

-Os tengo dicho que cuando entréis a uno, el otro ya esté aquí... (Colegí que uno y otro éramos nosotros, los trémulos pacientes)

-Eso, a veces, es imposible, solo tenemos un celador, contestó la enmudecida parlanchina.

-No es mi problema. Procura que se haga como te digo.

Rogué al cielo que ese angelito no fuera mi cirujana. Y, por fortuna, el cielo me escuchó.

Pilar y yo volvíamos a estar juntas esperando de nuevo a nuestro lazarillo. Ahora ya no íbamos a volver cogidas del brazo. Por precaución, teníamos que hacer el viaje de vuelta en esas castigadas sillas de ruedas del hospital. El trance del quirófano hay a quien le deja un poco con los pasos vacilantes. Y eso me ocurrió a mi. La anestesista no calculó bien el tiempo de la cirujana y se quedó corta con su pócima. A pesar de mi advertencia, la última parte de la intervención la sufrí en vivo. Muy en vivo.

-Aguanta, bonica, que ya acabamos..., me susurró una de ellas.

¡Inepta! ¡Necia! ¡Mema! ¡Zoquete! le contesté para mis adentros, en una angustiosa letanía que, en algo, me reconfortaba. Yo misma me sorprendí de la riqueza del vocabulario de "mi disco duro". Estuve en un tris de pasar ya a dedicarle los fuertes epítetos de campo de fútbol. Pero, por fin, termino de dar puntadas.

Coincidí con Pilar de nuevo en la puerta de los vestuarios. Cogida del brazo de su esposo,  le relataba sus peripecias  en el quirófano número tres, mientras se dejaba guiar hacia el pequeño habitáculo donde esperaba su ropa. La pesadilla había terminado y, en cuanto nos dieran el parte de alta, nos podíamos marchar a casa. 

-Ahora salte, Antonio. Voy a vestirme y ya sabes que no me gusta que me veas...

En el compartimento contiguo escuché la orden suplicante de Pilar. No pude menos que sonreír. A punto de celebrar sus bodas de oro y no permite que la vea vestirse.

Los vi alejarse sonrientes con su parte de alta en la mano. Si, claro, marchaban cogidos del brazo. Y recordé lo que hacia muy poco Pilar me había contado a las puertas del quirófano: lo que amaba a su esposo y la falta que se hacían. Sin duda, la receta con la que han condimentado su vida matrimonial, ha sido todo un éxito.

Esta crónica de los hechos ya me ha quedado demasiado larga. Mis disculpas.  Podría añadir un buen pedazo más, Podría contaros que mi parte de alta se demoró porque yo, "no aparecía" en el ordenador. Esa tarde, yo no había estado allí, a pesar de llevar siete puntos de sotura en mi cuero cabelludo. En el mostrador del dispensador de gorros y peucos verdes, languidecía un parte de alta  a nombre de una tal Adelaida, a quien le habían hecho lo mismo que a mi. Solo que "ella", no estaba en el hospital.

Tuvieron que administrarme un calmante. Y cuando ya iba a formular la correspondiente queja en atención al paciente, la cirujana de guardia me facilitó mi parte de alta y pude marcharme a casa.

Me lamenté de no haber pedido al de la voz cálida que me cambiara la fecha. ¿Qué podía esperar de un viernes 13?

Lupe

12 de julio de 2012

Este jueves, un relato: El número 5

Cuando leí la propuesta que Juan Carlos nos hacia para esta semana, mi hipocampo me lanzó un flas que me sorprendió... ¿Como podía venir a mi mente algo que aprendí hace lustros...? Quizá porque el método de memorizar que se usaba en mis años de colegio, quiera que ahora le rinda un homenaje. Y voy a ello.

¡Vá por usted, madre  María Encolida! Y Benito, para más señas.

...y Dios dijo: Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes y que vuelen pájaros sobre la tierra, por el firmamento o cielo. Sean fecundos y se multipliquen, llenen las aguas de los mares y ríos y las aves lo hagan sobre la tierra...

Era el quinto día de la creación del mundo.

Así nos lo vendieron y así nos hicieron memorizarlo.

Era el día preferido para mí de aquella lista. Más incluso que el séptimo: el que descansó. El que menos me costó aprender. Quizá porque soy piscis. Tal vez. Mis mejores recuerdos de entonces siempre tienen el mar como testigo. Aún hoy, me embelesa estar cerca de él, contemplarlo. Siento que me da vida.

La crónica de la creación del mundo se encuentra en el Génesis, primer libro de la Biblia y primero del Pentateuco. En ella, Dios aparece como único creador del mundo y como único Dios...

Ahora, parece que estamos más cerca de que los científicos descubran por fin el origen de la materia del cosmos. El descubrimiento de una nueva partícula les ha facilitado bastante el camino. Le han llamado: "La partícula de Dios" 

La imagen -memorizada- de cómo Dios creó el mundo en siete cundidores días, depende de que los científicos encuentren el  "boson de Higgs". Eriza el alma ver el presupuesto que manejan en este empeño. Y sin un Rajoy que les recorte. 

Para cuando ellos consigan demostrar que, de esos siete días nada, imagino que ya estaré criando malvas. Pero hoy, gracias al tema propuesto por Juan Carlos, he recordado "de tirón" lo aprendido entre hábitos negros y tocas blancas. Y me he alegrado por ello.

Gracias Juan Carlos por tu  propuesta número 5.

Lupe

Más números cinco en: http://jwancarlos.blogspot.com.es/









5 de julio de 2012

Este jueves, un relato: Tus fantasias secretas.


Ya estaba todo listo. Tan solo le faltaba la pareja para el baile que tan minuciosamente había orquestado. Anhelaba el momento de escuchar la frase que su esposo le dedicaba cada día al regresar a casa a la vez que tintineaba su llavero sobre el sufrido platillo de cerámica:

-¡ Cariño, ya estoy aquí !

La rutina, enseñoreada de su relación de pareja, les tenía sumidos en un insufrible tedio. Y hoy, estaba dispuesta a combatirlo con sus mejores armas: la seducción. Iba a ser una bonita manera de sorprenderlo en una fecha tan especial para él. Ese día cumplía los 50.

Música suave, sábanas de seda, su perfume predilecto, coloridas velas de masaje, lencería sugerente...

Escuchó el ruido de la llave en la cerradura. Su corazón, aceleró el ritmo.

-¡ Cariño, ya estoy aquí ! No te imaginas a quien me he encontrado en el portal que viene a felicitarme.

¡Es mamá!

 Lupe

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