28 de junio de 2012

Este jueves, un relato: En los zapatos del otro.

Esta mañana tenía una  incómoda misión que cumplir: acompañar a Luis (tío de mi esposo) al Neurólogo. Y digo incómoda porque, personalmente, lo consideraba una pérdida de tiempo. Pero como no he querido contravenir las opiniones de los profesionales que le cuidan en la residencia donde vive desde hace casi un año, he seguido las instrucciones recibidas. 

Hemos llegado al ambulatorio y nos hemos tenido que acomodar en dos asientos separados pues la sala, estaba prácticamente a tope.  Luis, que dentro justo de un mes cumplirá los 89, no entendía muy bien el porqué de esa visita. Nadie le ha explicado nada en la residencia y yo, he tenido que echar mano de una pequeña mentira para salir airosa de su extrañeza.

-Es una visita rutinaria, tío. Digamos que preventiva...

En la primera ocasión que se ha abierto la puerta de la consulta, Luis ha escudriñado su interior y sin pensarlo, se ha colocado enfrente de mi lamentándose:

-Yo no quiero entrar con ese médico. Me da miedo .
-¿Cómo que le da miedo? Si aún no hemos entrado...  
-¿Tú lo has visto? Si lo ves, me entenderás.  
-Tranquilo, yo voy a estar con usted en todo momento.  

Cuando hemos accedido a la consulta, he podido entender los temores de Luis pero, obvio, no compartirlos. El doctor tenía un aspecto más de ermitaño que de galeno. Grande, con una poblada y larguísima barba que se entremezclaba con la generosa melena gris plata que prácticamente cubría su rostro y, que a duras penas, nos permitía contemplar la generosa sonrisa con la que nos ha recibido en su despacho.

Presenta importantes cambios de carácter, con agresividad verbal y física hacia todo el mundo....ruego valoración- rezaba la hoja de interconsulta.

Junto a esa hoja, le he deslizado otra mía, en la que he volcado mis impresiones y posibles causas de esos cambios de carácter en Luis que no he considerado oportuno narrarlos en su presencia.

La conversación que se ha suscitado a partir de ese momento entre médico y "enfermo" ha sido alentadora. Sólo diré que, posiblemente ante un monje tibetano, no hubiésemos encontrado más paz.

Todo "el mal" que sufre Luis es la incomprensión de la enfermedad que poco a poco va minando la existencia de su esposa:  el alzheimer. La rebeldía de no poder cuidarla ya él solo, le supera. Su decisión de permanecer junto a ella, aunque él no necesite estar en una residencia le está costando un precio muy caro, pues el entorno en el que se mueve cada día es insostenible. El deterioro en ella es palpable día a día y Luis sufre el mismo deterioro pero en su alma. Solo que él, está sin tratamiento.

-Su esposa ya no tiene pasado y tampoco futuro en su mente. Sólo vive el presente y hay que hacérselo lo más agradable posible. Y para eso, usted tiene que estar bien y no perder energías en cosas triviales- le decía el neurólogo.

Luego, se ha dirigido a mi como familiar y me ha asegurado que Luis no necesita ningún fármaco para "no enfadarse". Que hay que procurarle cosas que le ocupen y distraigan y, que sobretodo, hemos de contagiarle felicidad...

Mientas el ascensor del edificio nos devolvía a la entrada del ambulatorio, me he parado a pensar cómo iba a ser la reacción de Luis a la visita médica. No me ha dado mucho tiempo. Una pregunta casi en tono de súplica me ha sacado de mis dudas...

-¿Cómo podremos preparar una fiesta para la tía el mes que viene que cumplimos 57 años de casados?

He tenido que echar rápidamente mano de mis gafas de sol para que no viera como sudaban mis ojos.

Ahora, tengo otra misión que cumplir. Intentar que los profesionales de la residencia se metan unos segundos en los zapatos de Luis y lo comprendan un poco más. Que le ocupen, le distraigan y, sobre todo, que le contagien felicidad. Ese es el inesperado tratamiento que le ha "recetado" el Neurólogo al que lo han remitido.

La familia, en la medida que nos permiten las normas del centro, ya lo estábamos haciendo.

Lupe





27 de junio de 2012

Mi blog, cumple su primer lustro



Corría el año 2007. El verano había asomado tímidamente en nuestros días y yo estaba sufriendo con rigor el síndrome del nido vacío. Los que lo habéis padecido, sabréis de lo que hablo y, los que no, solo os deseo que nunca lleguéis a sentirlo en vuestros adentros...

Afortunadamente  para mi fue una época evolutiva y me entregué de lleno a dos de mis aficiones preferidas  que tenía algo postergadas: la lectura y escribir. Por entonces, hacia mis primeros pinitos en el mundo virtual y recalé en una sala de poesía de un chat que habría de marcarme positivamente mi futuro más inmediato. De entre los poetas que fui conociendo en ese tiempo, uno sobre todo me cautivó sobremanera: José Ángel Buesa. Quedé prendada de su poesía y sus versos se convirtieron en mis inseparables compañeros de veladas. A duras penas conseguí dos libros publicados con parte de su obra y ante tamaña injusticia -no entiendo el ninguneo a este autor-decidí abrir un blog dedicado a él para difundir sus poemas. Y nació el Blog de Maat. El 27 de Junio del 2007.

¿Y por que Maat? Pura anécdota. Por aquellos días conocí a gente muy maja con los que coincidía en aquella sala de poesías. Uno de ellos, Hugo, me aconsejó que conservara lo más posible el anonimato cuando me lanzara al mundo de los blogs ya que era totalmente inexperta en este mundillo virtual y, para comenzar, debía andar con cierta cautela. Buscando nombres llegué hasta el de la diosa Maat, me fascinó su significado y lo adopté. Pasados unos meses, el mismo Hugo me preguntó una noche ¿y por qué no más poetas? abrí mi espacio a más poetas, publicando en mi  blog todos los poemas que caían en mis manos y me agradaban. Poco a poco fui incluyendo relatos de mis vivencias, poemas propios y algún que otro trabajo con imágenes.

A lo largo de estos cinco años de vida de mi blog, he tenido muchas satisfacciones que, eclipsan totalmente alguna que otra turbulencia que también las ha habido. He tenido la suerte de cruzarme con personas muy agradables y que me han aportado muchas cosas buenas. Imprescindible citar en estos momentos a una gran persona: Jero. Un  profesor de Lengua y Literatura mazarronero encontrado en este -a veces- complicado mundo de Internet que se convirtió en un buen amigo y que ha sido y es una gran ayuda para mis quehaceres literarios. Desprendido, amable, vital, tenaz,  estricto y paciente ha ido enriqueciendo mis conocimientos a lo largo de estos años con apuntes, consejos, trabajos, correcciones y algún que otro tirón de orejas ante mis temidos momentos de "papel en blanco". Un recuerdo muy especial a mi amiga Fiona quien, desde el otro lado del charco, llega hasta mi messenger donde entablamos dilatadas,  placenteras y confidenciales conversaciones.

El tener un blog me decidió a pulir mi forma de escribir y realicé varios intentos para conseguirlo. Uno de ellos me llevó hasta El Desván de la Memoria y, con Ramón, aprendí mucho, tanto, que a día de hoy aún no he puesto en práctica toda aquella teoría que absorbí en su taller. Cuestión de tiempo...

En los últimos años de este lustro he tenido la fortuna de conocer a un grupo de personas que -como a mi- les entusiasma escribir. Cada semana, los jueves, acudimos desde nuestro blog a un espacio literario que Tésalo promovió y tituló: "Este jueves, un relato". Es una forma distendida de intercambiar nuestras letras y disfrutar un rato leyéndonos sobre un tema que, de antemano, se nos propone desde el blog que cada vez organiza la reunión. La familia de jueveros crece día a día. No somos un grupo cerrado. Como muy bien lo definió Mª José, "todo el mundo tiene cabida, siempre desde el respeto y cuidado de los demás compañeros. Ese es el sello que caracteriza al juevero".

Y ya, como guinda del pastel, citar con mucha satisfacción el hecho de que ya hemos celebrado tres encuentros jueveros: el primero en Madrid, le siguió Valencia y, por último, la acogedora Córdoba. Lugares donde hemos puesto rostro a nuestros compañeros con los que nos hemos fundido en reconfortantes abrazos.

Todos nos conocemos ya con nombres y apellidos. De ahí el cambio de la cabecera de mi blog. La foto que he elegido es del día en que empecé a ir a un colegio "de mayores". Aún recuerdo la satisfacción que me causó aquel palillero con su plateada plumilla en mi mano. Seguramente anhelaba llegar a tener los trazos de mi letra  como los  mi hermana mayor que tenía una caligrafía preciosa, aquella que denominábamos "de colegio de monjas". Aunque...jamás lo conseguí.

Hoy me siento feliz. Mi blog ha sido una especie de acicate que me ha proporcionado muchas satisfacciones. Y de ellas, muchos de vosotros los "culpables". Gracias.

En espera de los próximos lustros compartidos, os dejo un fuerte abrazo.

Lupe

23 de junio de 2012

Ya ha pasado una semana...

Mientras esto escribo se cumple una semana exacta de nuestro encuentro en Córdoba. A estas horas más o menos, andábamos fundiéndonos en apretados abrazos entre risas y emociones con la Torre de la Calahorra, allá a lo lejos, como testigo.

Ya se me ha olvidado el calor que quiso acompañarnos en nuestro paseo por las coquetas  calles cordobesas. Ni rastro de las agujetas que se acomodaron en mis gemelos y que -afortunadamente- el lunes pillaron las de Villadiego.

Intento recordar y guardar bajo siete llaves vuestras sonrisas, las secuencias agradables que vivimos a lo largo de las pocas horas que compartimos y que nos supieron a tanto y, sobre todo, los lazos afectivos que nos han unido a través de nuestras letras.

Como una ya peina canas y cada vez necesito más tiempo para hacer las mismas cosas, me disculpareis que esta semana no haya podido participar con mi relato el pasado jueves. Llevo toda la semana empleando los pocos ratos libres que disfruto en una misión especial: el vídeo que -¡por fin!- he terminado. Espero que sea de vuestro agrado.


Lupe

P.D. La melodía del vídeo es: La vida es bella. 


17 de junio de 2012

De vuelta en casa...



Tan solo han pasado 24 horas desde que tomé estas imágenes. Apurábamos los últimos minutos que nos quedaban de estar juntos en tierras cordobesas alrededor de una larguiiiisima mesa. La familia de los jueveros crece y crece... Conocedora de que Cristina va a escribir la crónica oficial del III Encuentro Bloguero, solo deciros que me siento feliz de haber podido acudir  a disfrutar unas horas con vosotros. Que me emocioné lo suyo al poder abrazaros de nuevo. Que me ha encantado conocer en persona a María José (Susurros), Encarni, Cristina, Conchin, José Vicente, José Miguel y a mi admirada y querida Rosa, una especial "Licenciada en cacerolas", que escribe como los ángeles...

Tan solo me resta agradecer a los brillantes anfitriones Toñi, María José, Pepe y Carlos su abnegada entrega para que todo saliese bien. El resultado ha sido un verdadero éxito. 

Un montón de abrazos.

Lupe

P.D. Gus, se te echó mucho de menos. Te dejo medio beso, joio.