25 de enero de 2012

Estimados jueveros...


El pasado viernes me ocurrió algo realmente asombroso. Rozando la medianoche del día 19, me dispuse a escribir el relato para ese jueves. Acababa de animar a mi lavavajillas para que dejara brillantes los utensilios de cocina y mesa empleados en la cena. Apenas redactados los primeros párrafos, mi plateado electrodoméstico comenzó a pitar estridentemente. Acudí con rapidez a su lado para comprobar el motivo de su enfado. Una intermitente letra F de color rojo chillón bailaba en el panel de mandos acompañada de un número. Ambos eran nuevos para mi y opté por desconectar el aparato dejando lagrimosos y aún sucios todos sus habitantes. De noche, lo relativo a las averías eléctricas me infunden mucho respeto.

Seguí con mi relato y, una vez concluido ya en la madrugada del viernes me metí en el sobre, organizando mentalmente el día siguiente. Una de las primeras tareas que tendría que hacer sería localizar al técnico de Fagor.

Casi estaba en los brazos de Morfeo cuando comenzó a sonar mi teléfono fijo. Como a esas horas no esperas nada bueno no me paré ni a comprobar el número que me llamaba...

-¿Dígame...?

-Mamá, ¿que le has hecho a tu móvil? Marco y no da señal ninguna...

Con los nervios propios del momento, mi hijo me informaba que el coche que compartimos se había parado en medio de la calle y "otras letras rojas" en el salpicadero, anunciaban que el nivel de aceite estaba bajo y algo relativo a la polución del motor...

Eran las tres de la mañana. Mi lavavajillas no funcionaba, mi teléfono móvil se había muerto y mi coche, que acababa de pasar una "revisión de cortesía" al cumplir los dos años de rodaje, descansaba ya en su plaza de garaje al que había llegado sin más contratiempos...

Dormí poco y mal. En cuanto se hizo de día me coloqué delante del ordenador con mi buen tazón de cereales bañados en leche con nueces, dispuesta a encontrar en san Google el teléfono del técnico del lavavajillas. Mi gozo en un pozo. La pequeña pantalla se encendía, pero al medio minuto, se vestía calladamente de luto...Después de varios intentos, opté por dejarla descansar y con cierto malhumor procedí a meter todos los cacharros del lavavajillas en el fregadero para ser yo, la que les diera brillo y los dejara impolutos.

Con guardaespaldas incluido-mi esposo venía pegadito al maletero por si se paraba de nuevo-llevamos mi coche al taller. Se tomaron nota de todo lo sucedido y me aseguraron que de no surgir algún imprevisto, a las siete de la tarde mi coche estaría disponible.

Durante todo el día, Paco-la persona que me saca de todos mis apuros informáticos-y yo, jugamos al ratón y al gato. Mi móvil seguía sin funcionar y fue imposible quedar con él para que le diera una mirada a mi ordenador. También intenté que me solucionaran el problema con mi Samsung pantalla táctil-recién estrenado-pero en la tienda que me ¿atendieron? necesitaban algún dato del contrato para hacerlo y claro, no lo llevaba encima.

Terminaron con la puesta a punto de mi coche poco después de las 18,30 de la tarde. Después de hacerme una foto de 244 euros, el amable recepcionista del taller, me entregaba mi flamante vehículo. Apenas rodados unos metros, con verdadero asombro, escuché el soberano "taco" que mi hijo le dirigía a nuestro pequeño utilitario. Se había vuelto a parar, así, en seco... Regresamos al taller-que ya cerraba sus puertas-y con una mezcla de impotencia y rabia escuché como me "aconsejaban" inmovilizar el auto hasta que el lunes lo pasaran por la máquina de diagnosis...

Después de cenar, aún tuve ánimos para comprobar si a mi ordenador se le había pasado el luto. Pero no. Con el móvil tuve más suerte. Mi esposo le dio unos zarandeos y ¡milagro! volvió a funcionar de la manera más tonta. Y digo tonta porque, en el fondo, no descubrimos su rebeldía.

No me conformé con pasar todo el finde sin ordenador. Con la prehistórica torre del mismo a cuestas me encaminé a unos grandes almacenes donde sabía de la existencia de una "clínica de informática". Le esbocé el problema al encargado de la sección y conectó sus cables a mi torre. En pocos segundos, la pequeña pantalla que había unido a mi disco duro nos daba la "Bienvenida" y sin vestirse de luto, mostró los multicolores iconos que lucían en su escritorio. Anonadada, contemplé el espectáculo. Consciente de mi asombro, el "médico" de la clínica me aventuró que podía ser uno de mis cables que estuviera en mal estado o mi pantalla.

De vuelta a casa, comprobé entusiasmada que mi torre, mis cables y mi pantalla funcionaban de maravilla. ¿Que motivo tuvieron para abandonarme durante dos días? N.P.I. Igual el traqueteo del viaje puso los artilugios internos de la torre en su sitio. ¿Chi lo sa? Lo bien cierto, es que estaba tan contenta que fui incapaz de poner un dedo en el teclado, por si me cargaba algo de nuevo. Y ambos descansamos durante el resto del fin de semana.

El lunes, a media mañana, recogí de nuevo mi coche -¿reparado definitivamente?-
Esta vez la foto fue de 178 eurillos. Me cambiaron la caja servidora del motor, pero no me aseguran que la avería en concreto estuviera ahí. ¡Mandan cohones.! Es posible que otra parte del vehículo genere ese cese en dicha caja, pero "eso" no lo concreta la diagnosis. Hay que rodar el vehículo y comprobar que han acertado con la reparación...Muy fuerte, ¿no?

Yo, en lo que llevamos de semana y por si sirve de algo, cada vez que dejo mi coche aparcado en su plaza de garaje, le deposito un beso en el capó, a ver si con mimos, consigo que no vuelva a pararse...

En cuanto a mi lavavajillas...no he llamado al técnico. Este mes me he quedado sin presupuesto. Además, tengo un detergente de esos que "friegan solos", cuidan el medio ambiente, con un aroma muy agradable, cunde un huevo y me deja unas manos suaves, suaves...

Espero a lo largo de la semana, visitar vuestros blogs y leeros "desde el corazón".

Maat







20 de enero de 2012

Este jueves un relato: Desde el corazón.

Eso de hablar desde el corazón en el espacio de una psicóloga, impone. Pero vamos a ello...

Soy la pequeña de cuatro hermanos. Cuando nací, los dos mayores tenían 20 y 17 años respectivamente. Chica y chico, por ese orden. La reina de la casa hasta ese día era la tercera, que ya había celebrado su noveno cumpleaños. Según me fueron contando con los años, nadie me esperaba. Pero llegué y formé un buen revuelo en la familia y caí como llovida del cielo. A mi hermana Pilar no le vino muy bien eso de perder protagonismo y se dedicó durante un tiempo a complicarme la vida...Mis tres hermanos eran pelirrojos, de cabellos ensortijados, piel lechosa y ojos claros. Con el sol, sus rostros se cubrían de pecas de todos los tamaños. Yo nací con la tez morena, con un pelo lacio rozando el color azabache y ojos grandes color caramelo.

Inspirándose en esas diferencias físicas mi hermana destronada urdió su maléfico plan. Durante un tiempo, consiguió hacerme creer que yo "no era de esa familia". Que me habían adoptado. Se aseguró-y mucho-de que mantuviera la boca cerrada, pues si se me ocurría contar "nuestro secreto" a los papás, la ira de mi padre-que me adoraba-caería sobre ella...

Todo el tiempo que duró aquel sufrimiento lo soporté en soledad. Recuerdo que cuando nos sentábamos alrededor de la mesa para comer, yo observaba a mis hermanos, buscando el más mínimo atisbo de algún rasgo que me uniera a ellos. Pero nada...Entonces, se me hacia imposible tragar bocado, lo que me proporcionó más de una regañina que aún aumentaba más mi pena. Me esforzaba en ser una "niña buena", para que no se tuvieran que arrepentir de haberme dado cobijo en esa familia y en algún momento, me devolvieran adonde me habían recogido.

Una tarde, mi madre y yo estábamos las dos solas en el salón de mi casa. Ella escuchaba la radio con sus queridas labores de ganchillo entre manos y yo, me dedicaba a mis quehaceres escolares. Me armé de valor y le hice la pregunta que llevaba preparada en mente desde hacia un tiempo:

-Mamá, ¿dónde nací?

Sorprendida, dejó su labor en el cesto rosa que mantenía en sus rodillas y mirándome fijamente comenzó a relatarme la historia más bella que jamás podría haberme llegado a imaginar...

-Tú fuiste la única de los hermanos que nació aquí, en casa. Tenías prisa por salir y no diste apenas tiempo de que llegara la comadrona. Lo pasamos muy mal tú y yo. Viniste con dos vueltas de cordón en el cuello y llegamos a temer por tu vida. Les costó recuperarte, pero cuando arrancaste a llorar, tuvimos la certeza de que eras una niña fuerte y llena de vida. Eras muy grande, y naciste con una linda melena negra que nos entusiasmó. Tus hermanos nacieron pelirrojos, como la abuela del papá, por eso nos llamó tanto la atención el color de tu pelo...

Siguió contándome más detalles en torno a mi nacimiento y unas lágrimas liberadoras acudieron a mis ojos. Ella pensó que me había impresionado por el peligro que corrí al nacer y fui incapaz de contarle lo que llevaba sufrido al respecto, por miedo a que a mi hermana le impusieran algún merecidisimo castigo.

Tampoco le conté a la autora de mi desasosiego la tranquilizadora conversación con mi madre. A partir de ese día, no le consentí que volviera a amedrantarme. Le dije tan convencida que era una mentirosa, que optó por obviar el tema. Y yo, intenté guardarlo allá dentro, bajo siete llaves, porque olvidarlo, borrar de mi mente aquella pesadilla infantil, me era imposible.

Hoy, atendiendo a la invitación de María José, he rescatado esta vivencia del fondo de mi corazón. Estas psicólogas...

Maat


Más relatos en: http://blogdemjmoreno.blogspot.com/






16 de enero de 2012

¿Justicia?


Con verdadero estupor he seguido las noticias sobre la sentencia dictada por la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Sevilla en el caso Marta del Castillo. No dejo de pensar en la tristeza que invadirá el alma de esos padres que tanto han luchado-sobre todo-para encontrar el cuerpo de su hija y darle cristiana sepultura. La ineptitud de algunos responsables en administrar justicia ha quedado-nuevamente-demostrada. Tan solo hay que leerse alguno de los contenidos de dicha sentencia para llegar a ese convencimiento.

Desde la distancia, la familia de Marta tiene todo mi cariño y total apoyo en lo que pueda hacer por ellos. Apenas soy un granito de arena, pero se me hiela la sangre cuando pienso que el calvario por el que ellos están pasando ahora, puede surgir en la vida de cualquiera de nosotros en el momento más inesperado.

Ante los últimos acontecimientos nefastos que tenemos que ir encajando la sociedad española me dan ganas de decir eso de: ¡por favor!, paren este país, que me bajo en la próxima..."

Maat

13 de enero de 2012

REBECA, la pintora de las nieblas.

(Imagen tomada de Internet. Autora:Rebeca, la pintora de las nieblas)

El pasado 12 de Mayo del 2008 publiqué el poema "La culpa es de uno", de Mario Benedetti. Dicha entrada iba encabezada por la imagen que acompaño hoy, cuya autora me ha dejado esta mañana, a las 10,59, un comentario en dicha entrada que copio literalmente:


Hola, soy la que ha pintado ese cuadro, creo que se debería mencionar al autor cuando se toma una foto de un cuadro de internet. Igual que has puesto que el poema es de Mario Benedetti. Mi página es http://roman.artelista.com/
Atentamente. Rebeca "la pintora de las nieblas".

Rebeca: Espero que con esta entrada quede subsanado el error y la posible molestia que el mismo le ha ocasionado. Considero que le asiste toda la razón y tomo buena nota. Mis disculpas.

Maat